Hace más de 100 años el filósofo Karl Marx criticó el sistema capitalista a través de diferentes escritos. En uno de sus libros más importantes, El Capital, el autor acuñó el término fetichismo de la mercancía, que en resumidas cuentas auguraba que las cosas que compramos (con deseos de acumulación) terminarían por poseernos al ocultar la explotación laboral con la que pagamos su costo. Más tarde autores de la Escuela de Frankfurt retomaron los principios marxistas y los aplicaron a la cultura para estudiar las manifestaciones producidas en serie con fines capitalistas.
El lunes 14 de octubre vi dos noticias que me recordaron estos términos: El diario electrónico Animal Político publicó que en Hidalgo organizaron un concurso en el que convocaron a los estudiantes con mejores promedios para ganar un automóvil. Vencería el que pasara el mayor tiempo besando el vehículo. Vi la nota compartida en redes sociales por la investigadora Rossana Reguillo, quien invitaba a comentar al respecto. ¿No es puro fetichismo de la mercancía que un estudiante con promedio superior a 9.0 deba pasar horas y horas con la boca pegada a un coche para demostrar que su deseo por poseerlo es mayor al de los otros? ¿No es denigrante que un buen rendimiento académico sólo sirva como un pase para un concurso en el que sin importar qué tan inteligente o aplicado seas lo que te premiará será besar un objeto? Lamentable y triste.
La otra nota que llamó mi atención fue una acción realizada por el creador británico Banksy, conocido por sus obras de arte urbano con stencil y graffiti, y que actualmente ejecuta el proyecto Better out than in (Mejor fuera que dentro) en la ciudad de Nueva York, que ha incluido murales en ambientes urbanos y otros ejercicios como el paseo de una camioneta llena de muñecos de peluche con forma de animales de granja a través de la zona de carnicerías, así como la instalación de un puesto en Central Park en el que ofreció en venta lienzos con sus obras por un precio de 60 dólares (cerca de 800 pesos mexicanos) y documentó en video el transcurso del día de ventas, que dio como resultado la comercialización de menos de 10 piezas a tres personas diferentes. Las interpretaciones al respecto han dado para dos lados opuestos: algunos medios califican de fracaso la acción, mientras en las redes sociales hay personas que celebran el experimento social del artista cuyas obras llegan a alcanzar precios de miles de dólares en galerías y subastas; que bien podría interpretarse como una crítica al fetichismo de la mercancía en un entorno cultural.